El rey armenio que gobernó Madrid

En 1382, el rey Juan I se apiadó del destronado monarca armenio, León V, y mandó emisarios a pagar el rescate de su prisión en El Cairo y lo nombró Señor de Madrid.

 

Durante la Edad Media, en lo que hoy es la región turca de Cilicia, nació un pequeño reino cristiano creado por armenios por lo que decidieron nombrar su nuevo asentamiento: Armenia Menor.
Allí se hicieron fuertes y se emparentaron con los cruzados franceses que había llegado para liberar Tierra Santa del infiel. Los reyes de esta 'Armenia Chica' consiguieron mantenerse en el trono durante casi 300 años, hasta que los musulmanes los atacaron.
En el año 1375 esa pequeña colonia mediterránea fue invadida por los mamelucos egipcios enviados por el soldán de Babilionia.
León V, rey de los armenios por aquel entonces, fue trasladado a El Cairo y hecho prisionero. Mientras enviaba cartas a toda la cristiandad buscando un salvador que pagase su liberación.
Pasaron siete años y cuando sus emisarios llegaron en 1382 a Medina del Campo el rey Juan I se apiadó del destronado armenio y mandó pagar su rescate.
León fue salvado y partió hacia Castilla para conocer a su valedor.
El rey castellano decidió nombrar a León señor de Madrid, Andújar y Villareal, hoy Ciudad Real. Tres ciudades y una renta de ciento cincuenta mil maravedíes.
De esta forma León V de Armenia pasó a ser León I de Madrid y la villa se convertía, en teoría, en la capital de Armenia.
En realidad, León satisfació al pueblo al emprender medidas como bajar los impuestos o no despedir a ningún funcionario de la villa. El monarca armenio también tuvo tiempo de acometer obras en el alcázar e intentar relacionarse con el pueblo llano, pues según cuentan las crónicas, paseaba por las calles del Madrid medieval sin escolta alguna.
Pero León nunca cejó en su empeño de recuperar su querido reino cruzado. Por eso, al poco tiempo partió para solicitar ayudas económicas para acometer su "cruzada particular".
En 1393, León V de Armenia y I señor de Madrid fallecía en París. Moría lejos de su tierra y sin haber logrado su gran anhelo: recuperar la corona del último reino cristiano de Oriente.

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